Conforme avanzo en la lectura de la obra de Camilleri, más me convenzo de lo difícil que resulta tratar, durante largos periodos, a un mismo personaje, sin que ello termine por convertir a este en una caricatura de sí mismo. Los dos textos reseñados anteriormente daban cuenta de los esfuerzos de Andrea Camilleri —esfuerzos, además, muy visibles— por mantener viva la identidad del personaje y, al mismo tiempo, conducirlo a través de nuevas aventuras, pero sin que ello se tradujera en la repetición absurda del comisario Montalbano. A mi parecer, la misión no fue cumplida de buen modo, sobre todo porque el natural crecimiento de los personajes —sin el cual no hay trama que se sostenga— ha terminado por desdibujarlos o, en el peor de los casos, por hacerlos presas de molestos clichés, a la par que se advierte en Camilleri la necesidad de cubrir lo que él podría considerar «los elementos indispensables» para que una novela de Montalbano sea eso mismo, una novela de Montalbano, hecho que termina por restar naturalidad a lo relatado al convertirlo en un repaso de episodios y características y en un constante palomeo de casillas: comida abundante, hecho; pleito estúpido con Livia, hecho; escena en la que el comisario se propasa con Augello a propósito de cualquier tontería, hecho; episodio fortuito ocurrido en el último cuarto de la novela, a partir del cual se le da el título a la misma, hecho...Es posible que Camilleri se haya dado cuenta de que su proceder resultaba un tanto reiterativo —y más que un poco negativo para los propios relatos— y, en esta nueva entrega de la serie, La luna de papel, decidiera obrar con mayor libertad. El resultado es un libro fresco, aligerado de muchos de los vicios que comenzaban a acumularse sin remedio —Livia y su carácter progresivamente intratable, el primero de ellos, seguido por la necesidad de poner a comer a Montalbano como si la vida le fuera en ello, sin importar si venía o no a cuento—, aunque carente de la emotividad que situaba aparte a toda la serie y que tiene en El ladrón de meriendas quizá a su mejor ejemplo. Así, aunque el texto se mueve mejor que los que le preceden, falta todavía un poco de emotividad y sobra un poco de caricatura, en particular en lo relacionado con la parte bufa de los personajes. Así, Catarella habla cada vez peor y se comporta cada vez más como sacado de un programa de televisión de esos en los que el chiste consiste en lanzar pastelazos a diestra y siniestra; Augello, por su parte, se ha convertido en un padre maniático e hipersensible; el doctor Lattes solo se mantiene de preguntar necedades que le son respondidas de forma idéntica una y otra vez y que se rodean de idénticos razonamientos, idénticas frases, idénticas objeciones; el propio Montalbano vive obsesionado con una vejez que llega y no llega y que, además, no termina de ser clara en términos de edad o de deterioro de facultades. Total, la caricatura. El chiste fácil. La falta de sustento emotivo en los personajes y su sustitución por detalles flojos.Así las cosas, con La luna de papel parece que Camilleri retoma el rumbo, aunque aún no de forma plena. Es, sin duda, una mejor novela que las dos anteriores de la serie; sin embargo, es también un trabajo inferior a aquellos que constituyen la parte central del conjunto, la ya mencionada El ladrón de meriendas y El perro de terracota. ¿Se agradecen las mejoras integradas, el abandono de algunos clichés, el intento de dejar que la historia fluya con menos ataduras? Sí, sin duda. ¿Se echan de menos todo el componente emotivo y la descripción rica de los sentimientos involucrados en el desarrollo de los casos? También, sin duda. ¿Será posible que el tono de los relatos retornara a su estadio previo? Honestamente, se antoja difícil. Más que difícil, incluso.
Our dear Inspector Salvo Montalbano is approached by a woman desperate for his assistance because her dear brother has been missing for 2 days, and as he accompanies her to her brother's apartment to search the place, they find him in a chair with his face shot off. The investigation into the murder leads to many sharp twists and turns. As suspects are considered and a motive for the murder contemplated, the victim's hidden life starts to emerge. Montalbano sifts through the clues and you see him look at them from all angles before he puts it in boxes he keeps in his head, to be taken out from time to time like odd pieces in a jigsaw puzzle, and placed against other odd pieces to see if they will fit and form a more comprehensible picture.In the midst of the investigation, a couple of influential political figures are found dead as a result of a dose of poorly cut cocaine. But is there even a link to the dead man Montalbano found?We are not who we always present ourselves to be, and sometimes the secrets will surface and prove to be our undoing.This book had me in its grips from the get go and also chuckling at some of the more humorous moments.
Do You like book The Paper Moon (2008)?
I have always treasured the books in this series far more for their flavor than for any strength of plot or characterization; Inspector Salvu Montalbano has always seemed to me to be a pale imitation of Colin Dexter's brilliant creation, Inspector Endeavor Morse, and the plots have ranged from ingenious to, increasingly as the series has progressed, downright obvious. Still, the books are imbued with a wonderful feel for Sicily and, especially and mouthwateringly, Sicilian cuisine, to my mind the greatest fusion cuisine in the world. So imagine my chagrin: throughout the entire body of this work Montalbano eats, but only once (in the event, some uninteresting salmon and herring shipped from Norway) is any of the food described. What gives? Is Camilleri undergoing chemo? Has he become a vegan, or taken up smoking and lost his appetite? For the first time reading one of Camilleri's novels, I didn't get hungry once.Dear Andrea: let's get back to describing the food, please; either that, or put Montalbano out to pasture (have him marry his long-suffering girlfriend and move to Milano, where food doesn't matter), or perhaps have him join the late, lamented Inspector Morse.
—Spiros
Paper Moon is one of a series of police procedural detective novels that take place in Vigata, a fictional town in Sicily, featuring the quirky “everyman” Inspector Montalbano and his equally quirky colleagues. Having never visited Sicily, I was hoping for descriptions of the scenery and local customs, but the story, as translated by Stephen Sartarelli, read like it could have taken place anywhere in Italy. (Reportedly, these novels feature local Sicilian dialect and expressions that don’t make it into the translation.)If low on depictions of scenery and customs, Paper Moon is a tightly written novel with a lot of gruff and colorful dialogue among the cops, a seductive female suspect who was the murdered man’s mistress, and references to departmental intrigues and larger political currents—a well-crafted, somewhat pulpy, detective story with a sympathetic and fallible cop at its center—no more and no less. I could imagine watching it on television—and apparently there is an Inspector Montalbano series that was a big hit in Britain.
—Jim Leffert
This is a fun series set in Italy where Commissario Montalbano and his motley police force have to solve some really bizarre crimes usually with political implications.In this case a man is found shot up on a roof with his penis hanging out of his pants. There are plenty of suspicious people around him including his sister who just seems way too cozy with her brother. There is always lots of humor in these books as Montalbano who reminds me of the Italian version of Columbo stumbles through the investigation along with his often inept officers.
—Sheila