(esto mismo pero con imágenes en jorgerueda.blogspot.com)Es una novela erótica inglesa de finales del siglo XIX, que contrario a sus mas famosas contemporáneas y coterráneas (La Perla, La Novela de la lujuria, Mi vida secreta), no reboza en carne, de hecho llama la atención que los ayuntamientos carnales que se refieren no sean más de una decena, en cambio la narración de ellos es mucho más refinada -que en los anteriores, que disfrutan de la abundante descripción y las secreciones-, en Venus en India el autor logra la salacidad con menos adjetivos y más narrativa.La novela se presenta como las memorias de un oficial británico "más aficionado a las artes del amor que a las de la guerra" que de paso da cuenta de la situación de los oficiales ingleses acantonados en India, mostrando la doble moral y las peculiaridades que aceptaron y, contrario a lo que sugiere el título (y el cromo de portada), no recupera la tradición de los manuales de alcoba hindúes. Sus personajes, victorianos todos, ya albergan la concupiscencia y el deseo; es la distancia con la Metrópoli y las particulares circunstancias las que prohíjan la gana de satisfacer la carne. No se trasmina la tradición hindú salvo en los últimos affaires del capitán, y es tan sólo un pretexto, ya que no sabemos más de la celestina y su cultura.Con todo y la pederastia y misoginia del capitán, podemos decir que es un adelantado respecto a la represiva moral victoriana (cosa no muy difícil, se dirá) al reconocer la necesidad de que el placer sensual sea abundante y de el participen igualmente sus actores. Reconoce el deseo en las mujeres -y aunque, de pronto, sean ellas quienes lo "alejan" de la virtud-, en general, hace participar a ambos sexos del acercamiento. Contrariando la moral de su época, sus personajes logran hacer del acto carnal un encuentro sensual y satisfactorio.Mariano Jose Maria Bernardo FortunyEstas novelas victorianas fueron una de las válvulas de escape de una sociedad reprimida e hipócrita y hoy día pudieran parecer inútiles ante el "avance" de nuestra moralidad. Sin embargo el peculiar sentido común que Devereaux muestra frente al sexo, es difícil de hallar, no en vano las revistas del corazón en todos sus números presentan Consejos para la cama… estamos muy lejos de que la exposición y el dictado de normas sociales respecto al sexo hayan significado su normalización. Hoy día tenemos premisos sobre la fisiología genital, pero tenemos tácitamente vedado el acercamiento a la sensualidad y a la apropiación personal del erotismo; todo discurso sobre el erotismo y la sexualidad proviene de los Medios Masivos o del Estado. Tenemos igual de prohibido que los victorianos, hablar de nuestra propia sexualidad (o de la Sexualidad) si no es en términos de referencia a cualquiera Otro, a riesgo de parecer pervertidos, esto es importante como ejemplo (la socialización puede tan sólo enmascarar), ya que el quid reside en la apropiación personal del erotismo, en la construcción de un discurso propio.Venus en India es muestra de una narrativa que habla de otros modos de aproximación al placer, distintos tanto antes como ahora a las normas imperantes: Antes por la prohibición de acudir al deseo y al placer y ahora por la incapacidad de apropiarlos personalmente.Ante la andanada discursiva sobre el qué, cómo y cuándo del sexo, por parte de los Medios, libros como éste -donde una voz asume su sexualidad y la narra- bien pueden abrir la puerta a ejercicios personales más gratificantes. Quizá hoy, como ayer, pueda servir para quitar más de una anteojera.
This is nothing more nor less than pornography written in 1889 and published, as so much late Victorian pornography was, in Europe - in this case, Brussels.My suspicion is that even the most broad-minded reader may wish to stop about a third of the way through since the bulk of the book after that time is essentially about sexual relations between a young army officer and three sisters who must all be 'under age' - not comfortable reading today by any means.However, the book is surprisingly well written. The first third, though not short of sexual incident and with its own short tale of what we would today call sexual exploitation, gives insights into attitudes in the late Victorian era, in the context of imperial adventures, that are a good reminder that the past is another country.The women are portrayed 'sex-positively' as active in their desires and the male as little more than the creature of his genitals, a weak creature compared to a whole line of women, including the youngsters, who all, without exception, including the native women, know precisely what they want and will do a great deal to get it.What is going on here, this picture of male weakness and strong women designed to gratify the lone male reader in his closet? Perhaps it gives an insight into the predicament of the high imperial male as much as it does of the 'vulnerable' fantasy women we are in danger of taking too seriously.The image of the woman in this and similar novels is probably not to be taken seriously but the self-imaging of the male should be. He is a 'victim' by the light of his own sexuality. Priding himself in his ability at seduction, he comes across as someone whose pleasures are actually given very much at the grace and whim of others. He is no warlord or Conan, this military man, but rather a confused adolescent who seems to crave the friendship as much as the bodies of women and whose desire for intimacy is the thing, in my opinion, that the reader is really identifying with. By the end, when one should perhaps feel sorry for these 'vulnerable' women (who are, of course, just fictional constructs), one ends up feeling sorry for the male reader exploited by the male writer.This reader is a lonely fantasist, a mere cog in a massive trading and military machine whose relationship with women is either a sexual wet dream or a set of inherited rules that preclude the very friendship and intimacy he craves. In short, the book is not what it seems ...
