Gerald Durrell pertenece a esa estirpe de aventureros modernos, cuya única misión y legado ha sido el acercar su fascinación por la naturaleza y la fauna de nuestro planeta a la humanidad. Muy pocos son los que han sacrificado asi hasta el punto dedicar su vida a la divulgación y la conservación del medio ambiente, como Felix Rodriguez de la Fuente, por desgracia fallecido en acción, Jacques Cocteau, o David Attenborough. Cada uno de ellos han marcado mi vida y la de muchos otros, nos han acercado la parte mas hermosa de nuestro planeta y el daño que nuestro egoísmo esta causando en ella. Pero entremos en situación antes de que empiece a embestir con lanchas al grito de Tibet libre.Como dije en otra entrada, Gerald Durrell fue un naturalista autodidacta muy famoso, que se dedico a viajar por todo el mundo en busca de animales en peligro de extinción para el Zoo de Nueva Jersey, fundado para proteger a estas especies. Cada expedición posteriormente era convertida en un ameno libro de viajes, en que Durrell, con su ocurrente sentido del humor, describía cada pormenor del trayecto, apuntaba a cada una de las especies y todo aquello que le sorprendiera de aquel exótico paraje a descubrir. En esta ocasión, Gerry, junto a su por aquel entonces mujer y su equipo, ponen rumbo a las antípodas, regiones casi desconocidas, reductos cuyo aislamiento han provocado la aparición de una fauna extraña y llamativa, y lugar donde cualquier cosa te puede matar: Cualquier cosa. La habilidad descriptiva de Gerald Durrell es suprema, siendo capaz de hacernos ver parajes, ciudades, arboles y animales de una forma tan gráfica y sencilla que nunca se hace pesado. Junto a el descubriremos animales como los famosos canguros, los simpáticos wombats y los extrañisimos clamidosaurios; las aves neozelandesas, cada cual mas pintoresca que la anterior, como los kea, los weka y los takahe, especie no voladora casi extinta. Si bien Australia y Nueva Zelanda son los lugares protagonistas, los que mas se quedan en la memoria, las descripciones de la selva malaya son igual de sugerentes y acertadas, pero cuesta mucho competir contra la fauna casi desconocida de cualquiera de las dos anteriores. No obstante, no todo son descripciones de animales y lugares exóticos, no, Durrell también nos deleita con divertidas y absurdas anécdotas tal y como hace en su trilogía de Corfu, aunque en este caso la parte cómica no opaca a la parte mas naturalista de la obra.El libro cierra con un precioso epilogo acerca de la conservación de estas especies. Son tan evocadoras y sinceras las palabras que usa Durrell para concienciarnos sobre lo importantes que pueden llegar a ser nuestras acciones que le creemos, le creemos sin dudar en ningún momento, tal es el amor que transmite por estos indefensos seres. Solo este mensaje ha hecho mas por la conservacion del medio ambiente que cien o mil soflamas pro-ecologistas y Al Gore juntos.
This is not the edition I have; mine is a 1981 reprint with a cartoon koala being roped down from a tree on the cover. Can;t find an ISBN though no doubt it has one. I'm a long-time fan of Gerald Durrell's books with early favourites being My Family and Other Animals, Birds, Beasts and Relatives, Menagerie Manor and Encounters with Animals. I've read most of the others, but less frequently, so they've made less impression on me. Nevertheless, I remember certain scenes, such as the arrowheads Durrell found in Patagonia. Two in the Bush is the story of how GD and his first wife, Jacquie, made the series of the same name while travelling across New Zealand, Australia and Malaya and investigating conservation measures in those countries. As ever, the descriptions are funny and there's a lot of colourful writing. The weird beasts make me (nowadays) rush to the computer to google for images. Considering the book reflects the state of conservation as it was in 1966, it is interesting to follow up some of the then-endangered creatures from the perspective of 44 years later.Two in the Bush is an enjoyable book which one can read in snatches or in one or two sittings. It is one of GD's middle-time books in feel; that is, it is a bit more serious than the early ones and a lot less serious than the later ones. For the record, The Stationary Ark was the book that made me stop buying each new GD book as it appeared in the shops. It depressed me and I do not read to be depressed. I regard reading as an enjoyable experience so to me, reading a book that makes me unhappy is like eating a mango that has gone mouldy. I just don't.
