Brilliant. Funny, erudite, and (forgive me) postmodern before meta was a meme. quotes to follow. I would have given it five stars but the plot devices were nowhere near seamless, though self-consciously presented and therefore, if not effective, then certainly endearing. Some of the more questionable plot mechanics are discussed in situ:…yet, when all things were considered, there was no great reason why Miss Alice Winkworth should not be eating tea in the same café as themselves. To them it appeared odd; to her, no doubt, it appeared odd also; but an outsider would have been wholly unmoved by the coincidence. (P 140)A plan (using some of Fen’s seminar students) is questioned:“I don’t think this is going to work,” Mr. Beavis remarked with some apprehension. “It will work," Fen responded confidently, “because no one expects this sort of trick outside a book”A long, highly detailed description of The Botley Fair is punctuated with “Like a scene for a Graham Greene novel,” Cadogan though as he peered in.Literature is central to the book, which you would expect with an Oxford Don who specializes in Literature –“Let’s play ‘Unreadable Books’,”, he suggested.“All right. Ulysses.”“Yes. Rabelais.”“Yes, Tristram Shandy.”“Yes. The Golden Bowl.“Yes. Rasselas”“No, I like that“Good God. Clarrisa, then. ““Yes. Titus --- ““Shut up a minute. I think I can hear someone coming.”(p. 91) -- but even minor chracters are interested in the topic:A police officer who always want to discuss Shakespeare. “Gervase, has it ever occurred to you that Measure for Measure is about the problem of Power?”Don’t bother me with trivialities now” said Fen, annoyed, and rang off. And a truck driver who gives timely rides turns out to be “a great reader’ joins a circulating library, reads “lady’s somebody’s lover” and gets ideas about natural man. And the author finds time, right towards the hectic ending, to write about the nature of writing poetry in a great and gratuitious discussion:“…Poetry isn’t the outcome of personality. I mean by that that it exists independently of your mind, your habits, your feelings, and everything that does to make up your personality. The poetic emotion’s impersonal: the Greeks were quite right when they called it inspiration. Therefore, what you’re like personally doesn’t matter a twopenny damn: all that matters is whether you’ve a good receiving-set for the poetic waves. Poetry’s a visitation coming and going at its own sweet will.”“Well, then, what’s it like?”“As a matter of fact, I can’t explain it properly because I don’t understand it properly, and I hope I never shall. But it certainly isn’t a question of oh - look-at-the -pretty - roses or oh-how miserable-I-feel-to-day (sic). If it were, there’d be forty million poets in England at present. It’s a curious passive sensation. Some people say it’s as if you’ve noticed something for the first time, but I think it’s more as if the thing in question had noticed you for the first time. You feels as if the rose or whatever it is were shining at you. Invariably after the first moment the phrase occurs to you to describe it; and when that’s happened, you snap out of it: all your personality comes rushing back, and you write the Canterbury Tales or Paradise Lost or King Lear according to the kind of person you happen to be. That’s up to you. ““And does it happen often?”In the darkness, Cadogan shrugged. “Every day. Every year. There’s no telling if each time, whenever it is, mayn’t be the last…. In the meantime, or course, one gets dull and middle-aged.” (P 189)
Publicado en http://lecturaylocura.com/la-jugueter...Si no fuera por Sir Arthur Conan Doyle y Agatha Christie, gracias a sus detectives más famosos y paradigmáticos del género como son Sherlock Holmes y Hercules Poirot, la novela más tradicional de género como es la novela de detectives, hoy en día estaría más que olvidada; no porque no guste, que no es así, sino más bien debido al auge tremendo de la novela negra, que ahoga las pretensiones de un tipo de libros que no buscaba tanto lo negro del asunto sino crear una trama ingeniosa en la que un detective era capaz, mediante la deducción, a través de todos los detalles de la situación, de resolver un asesinato (u otro conflicto) aparentemente irresoluble.Uno de los grandes hitos de la novela de detectives fue la creación del famoso "Detection Club" en Londres en 1930, entre los fundadores de este selecto club estuvieron los archiconocidos Agatha Christie, Gilbert Keith Chesterton y Dorothy Leigh Sayers, y que permanece aún activo hoy en día.Edmund Crispin, seudónimo de Rober Bruce Montgomery, es un escritor inglés heredero de esa época e, influenciado por dicho club, creó novelas de detectives basadas en la verdadera tradición inglesa, aunque alejado de sus reglas. Su detective es el ingenioso Gervase Fen ("El excéntrico comportamiento de Gervase Fen, profesor titular de Inglés y Literatura en St. Christopher, no se ajustaba en absoluto a los modelos tradicionales del profesorado") que recorre las calles de Oxford ("el único lugar de Europa donde un hombre puede hacer cualquier cosa e incurrir en cualquier excentricidad y no despertar ningún interés ni emoción en absoluto en nadie") sobre su deportivo que él llama Lily Christine III.La premisa inicial de "La juguetería errante" es tan ingeniosa como retadora: una juguetería con un cadáver en su interior que aparece y desaparece para consternación del poeta Richard Cadogan, amigo de Gervase, y que desencadenará todo el meollo. Es mejor no contar nada más sobre la historia para que cada uno pueda ir descubriéndola. Sí es inevitable mencionar que la novela se lee con adicción, que la trama es muy ingeniosa, ya que desde la premisa inicial llegamos a un típico caso de "habitación cerrada" habitual en novela de detectives; pero no faltan persecuciones, no faltan personajes a cuál más divertido (como el peculiar camionero que lee a D. H Lawrence), ni humor en cada página que va pasando ("Entre los bajos que ululaban malhumorados como barcos perdidos en la niebla del Canal de la Mancha - que es como suenan todos los bajos en todas las orquestas del mundo").Si a eso añadimos todos los juegos literarios que se trae entre manos Crispin en la boca de su detective Gervase y el poeta Cadogan ("Vamos a jugar a los libros infumables. -De acuerdo. El Ulises. - Vale. Todo Rabelais. -Vale. El Tristram Shandy") y las constantes referencias literarias que pueblan la obra, la novela se convierte en una delicia para disfrutar sin prejuicios.Necesitamos más novelas de Edmund Crispin ("Mi querido amigo, ¿te encuentras bien? - Estaba pensando títulos para las siguientes novelas de Crispin"), entretenimiento imprescindible, disfrutable a todos los niveles y, en definitiva, diversión de esa que te ayuda a amar cada vez más la literatura, no todo tiene que ser denso, sesudo y cerebral. Reír es bueno y, desde luego, hay que hacerlo siempre.
Do You like book The Moving Toyshop (1989)?
El británico Edmund Crispin, seudónimo de Bruce Montgomery, nos ofrece una aventura de detectives con toques de humor al más puro estilo de Arthur Conan Doyle y G.K. Chesterton. Crispin, licenciado en Lenguas Modernas en Oxford, únicamente publicó nueve novelas y dos colecciones de cuentos, todas ellas de género policíaco y con Gervase Fen como protagonista. El excéntrico Gervase Fen es todo un hallazgo: profesor de literatura inglesa en el ficticio St. Christopher’s College de Oxford, y detective aficionado, se mueve en el terreno del humor británico más clásico, delirante por momentos, pero siempre divertido y entretenido.‘La juguetería errante’ (The Moving Toyshop, 1946), sigue el patrón de averiguar quién es el asesino de la historia. Richard Cadogan, la misma noche que llega a Oxford, se encuentra un cadáver en una juguetería; sufre un percance, y no puede acudir a la policía hasta el día siguiente, con la sorpresa de que no solo ha desaparecido el cadáver, sino también el lugar del crimen. Esto se cuenta en el primer episodio. Ante tal misterio, Cadogan decide acudir a su amigo Fen.A partir de aquí, se nos muestra toda una galería de personajes a cuál más peculiar, aderezado de diálogos brillantes, referencias literarias, citas, persecuciones delirantes, burlas sobre el pedante ambiente de Oxford, etc., todo desde el humor más british.En resumen, una gran novela de misterio, muy entretenida, que prácticamente se lee sola.
—Oscar
La juguetería errante (1946) es una comedia policiaca al estilo británico que sigue la tradición de Conan Doyle, Chesterton, Agatha Christie o Wodehouse. Es esta una novela de detectives bien cargada de humor que protagonizan Richard Cadogan, un poeta que se marcha unos días a Oxford después de discutir con su editor, y Gervase Fen, un excéntrico profesor de literatura inglesa y detective aficionado.Todo comienza cuando Cadogan se encuentra sorprendentemente con el cadáver de una mujer en una juguetería. Pero su sorpresa aumenta cuando avisa a la policía y la juguetería ha desaparecido, situándose una tienda de ultramarinos en su lugar. Es entonces cuando acude a su viejo compañero Fen para descubrir qué se esconde tras el crimen. Un asesinato imposible, una serie de persecuciones a cada cual más absurda y una serie de pistas en forma de anuncios de periódico son algunas de las componendas de esta loca aventura detectivesca.Escrita por Edmund Crispin (seudónimo de Robert Bruce Montgomery), es esta la primera novela del autor traducida en España. De gran éxito en Inglaterra, describe con mucha exactitud el clima social inglés y presenta un humor muy british. Gervase Fen, por ejemplo, es de lo más estrambótico que se puede uno echar a la cara; conduce alocadamente un descapotable rojo que suele incrustarse en algo y tiene debilidad por meterse en líos. Richard Cadogan es una especie de Dr. Watson pero en torpe, sólo piensa en comer y en recuperar su inspiración poética.La narración es desternillante y todo parece abocado al absurdo; no hacen más que aparecer personajes de lo más variopinto y ninguno parece dar ninguna clave para resolver el caso. Y es que nuestro amigo Fen no utiliza, digamos, la razón deductiva (como Holmes) sino más bien la intuición inesperada, en la línea de Agatha Christie.En definitiva, una novela para disfrutar, para pensar y para echar más de una carcajada. ¿Se puede pedir más?
—Pnyxis
I believe this is generally accounted one of the best of Edmund Crispin's Gervase Fen stories and it is certainly very clever. Richard Cadogan goes to Oxford for a short holiday. He is a well known poet and the reader gets an idea of his character from the opening scene in which he has an acrimonious discussion with his publisher about the size of the advance on his next book.Cadogan goes to Oxford by train and for various reasons finds himself in a toyshop in the middle of the night and in company with a dead body. Someone hits him over the head and he regains consciousness several hours later and escapes from the premises and makes his way to the police station. The police take him back to the toyshop only to find that the toyshop is now as grocers and the body is conspicuous by its absence.At a loss to know what to do he arrives on Gervase Fen's doorstep with the only physical clue which remains - a small piece of paper with a phone number on it. What follows is a convoluted investigation in Fen's inimitable style, full of literary allusions and plenty of intriguing characters.I enjoyed this clever mystery and completely failed to work out who did it. The book is well written and I like the character of Gervase Fen. I think on balance I prefer Crispin's short stories but I agree this is one of the best of the novels and I recommend it to anyone who hasn't tried this author before.
—Damaskcat