No soy yo quien escuchaese trote llovido que atraviesa mis venas.No soy yo quien se pasa la lengua entre los labios,al sentir que la boca se me llena de arena.No soy yo quien espera,enredado en mis nervios,que las horas me acerquen el alivio del sueño,ni el que está con mis manos, de yeso enloquecido,mirando, entre mis huesos, las áridas paredes.No soy yo quien escribe estas palabras huérfanas.Ese fue el primer poema que leí de Girondo, llegó a mis manos en uno de esos separadores que te dan en las librerías cuando comprás libros. Y me fascinó. Hoy, ese fragmento, es mi favorito sobre muchos otros que leí.