Con justicia, 2.5. No es este, de hecho, un libro pésimo. Es solo que es un libro que no propone nada en absoluto. O que, en el peor de los casos, tiene en su propuesta —un tipo que se mete a investigar cosas A o B mientras dirige su propia empresa de pompas fúnebres— su punto más débil. Uno no termina de comprender por qué es que el sujeto puede extraer información de donde, se supone, solo podría hacerlo un policía o un investigador privado. No se sabe cómo lo hace, pero lo hace. Tampoco es muy entendible el por qué del montón de información extra que Cockey le da al lector y que no tiene nada que ver con la trama, que no la mueve y que tampoco funciona de forma alguna. Parece información puesta para engordar el libro. Menos aún se entiende por qué el autor se esmera en tratar de que el personaje cuente un chiste malo tras otro, diga un disparate tras otro, se crea ingenioso un momento sí y el siguiente también. No se entiende. Esto último menos se entiende cuando uno ve que, si el personaje se dedica a razonar y a actuar en función del caso, sale más que bien librado. Sin embargo, como todo autor de novela negra cree que es indispensable seguir la receta Chandler —esto es, haga simpático al detective, o hágalo bobo, o hágalo simple, o hágalo un cretino—, tenga o no tenga talento para ello, Cockey se esmera en darle a su personaje un toque irónico que no cuaja bien y que termina por fastidiar. Incluso parece que fastidió al propio Cockey, al ser notable que los chistes malos, las gracejadas gratuitas y las puntadas que no van a ningún sitio disminuyen conforme avanza la novela. Una novela escrita en primera persona, en pasado. O sea, instalada definitivamente en el únto de vista del protagonista. ¿Qué tiene de malo? Que obliga a contar las cosas conforme suceden. Cockey lo olvida y, por momentos, decide que es bueno que el protagonista se calle lo que le dice alguien para ponerle un poco de suspenso más bien soso a la trama. Y eso, señor mío, es una infracción al canon empleado: no puede ocultarle al lector lo que el personaje sabe, aunque se decida a contárselo dos o tres páginas adelante. Como recurso para inyectar misterio en la trama —una trama que, aunque sorprende un poco al final, no consigue crear un ambiente real de suspenso—, es algo más bien ridículo.2.5. Si fuera película, estaría en el estante de las palomeras. Las palomeras, además, dobladas por algún cretino que se olvidó de aquello de que el español debe ser neutro y que, por lo mismo, convirtió a un puñado de tipos que viven en Baltimore en residentes de Vallecas o de algún lugar por ahí. Pésima traducción. Desde el título. Cierto es que el original —Murder in the Hearse Degree, algo que ni siquiera tiene sentido puesto en español, porque equivale a «asesinato en grado de coche fúnebre»— es una ridiculez. Un título pésimo, puesto solo porque hearse puede rimar con first y, en el primer caso, resaltaría la profesión del tipo que termina investigando el caso. Así de rebuscado, así de bobo. Sin embargo, eso de El caso del enterrador y la niñera es una simplonada. Desde ahí va mal eso de la traducción. No debe extrañar a nadie que todos los volúmenes de esta colección, editada por Roca, terminaran vendiéndose a menos de cien pesos, con urgencia de que algún incauto se los llevara. Justo como sucedió con el que estas líneas escribe.
This fourth in Tim Cockey’s 5-book “Hearse” series completes our reading of these generally light-hearted mysteries featuring undertaker Hitchcock Sewell, set in downtown Baltimore. Hitch’s Aunt Billie does most of the funeral duties, so Hitch seems free to roam about town, wining and dining himself and friends, many of which are comely females who often spend the night. In “Hearse Degree”, his ex-flame Libby is back in town, following the death of her nanny, which the police waste no time ruling a suicide when her body is found in the Severn river near a bridge from which they presumed she jumped. Those close to her don’t believe it; and knowing Hitch is a busybody at the least, and an amateur sleuth at the most, they beg him to look into it. He does of course, and is assisted by a real-life PI, Pete, who has his own share of personal problems requiring Hitch’s friendly assistance. Before it’s over, all manner of political skullduggery, cult activities, and sordid inter-family details are revealed in what turns out to be a plot more complicated then most of the entries in this set. Whether Hitch would really have the wherewithal to do all this is something we’re not supposed to question! So – yet another typical Cockey – entertaining exploits of man-about-town wrapped around a mystery – not bad once in a while…
Do You like book Murder In The Hearse Degree (2003)?
I am going to try to make this brief, otherwise I'm afraid I'd just be repeating much said in my previous reviews as to what I like about this series. So I'll say this right off, Tim Cockey amazingly improves with each novel in this series, or so it seems as I'm reading each book. So it shouldn't be a surprise that I think Murder in the Hearse Degree is the best one yet. You should read this series in order because each one is terrific and to fully appreciate the reoccurring characters, it's best to meet them properly. Besides they are loads of fun.Read the rest of my review here: http://mostlyfiction.com/sleuths/cock...
—Judi
This was a fairly lighthearted tale featuring an undertaker who either likes to solve murders, or is a busybody--maybe some of both. I don't believe that I shall search out others in the series, but as a one time occurrence, it was okay. There doesn't seem to be too much interaction between Hitchcock Sewell and his partner, his aunt. There is a joke about taking a cigarette smoking kid on as an assistant. Hitchcock seems willing to hop into bed with just about any female acquaintance. He is a fairly good friend. At one point, he nearly gets run over. Cute title!
—Marti
