Quizás el mejor de los tres, lo cual no quiere decir que sea bueno. No sé si depende de la edición (Javier Vergara, 1995), pero como esta vez no tenía tantos errores tipográficos, los párrafos estaban correctamente separados y no se comían palabras, la lectura se hizo más fácil y lo disfruté más.Sin duda no se le puede pedir a Plaidy que sea historiadora. Por eso hay cierta tendencia a perdonarle sus garrafales errores históricos, o el que asuma o proponga su propia visión de personajes tan imporantes. Está bien: no estamos leyendo HISTORIA, y ni siquiera histora novelada, sino una novela que se basa en la historia. Lo que sí me parece terrible, aún en las novelas con menores pretensiones, es que la construcción de personajes sea tan pobre. El problema con las personalidades de Isabel la Católica, Fernando el Católico, sus hijas y sus esposos no es que sean correctos o no desde el punto de vista histórico, sino que estén tan pobremente construidos. Para transmitirnos la avaricia y ambición de Fernando, la autora se limita a repetir hasta el cansancio que "le brillaban los ojos" ante la mera mención de riquezas y dinero. Es todo. Una y otra vez al rey católico le brillaban los ojos, unos ojos que debieron haber parecido faros porque no dejaron de brillar a lo largo de la novela.La locura de Juana, la hija más célebre de los Reyes Católicos, que la autora construyó desde la cuna a través de berrinches de niña malcriada, ahora se expresan en risas histéricas. ¿Es la única manera en que Plaidy conoce la locura, con risas histéricas y personalidades obsesivas? Una figura tan rica, tan romántica como Juana la Loca debería haber sido central en un libro llamado "Las hijas de España", pero no. Simplemente la retrata como una mujer obsesionada con la hermosura de su marido, y que pasaba de estados de letargo a risas histéricas.Tampoco queda claro cuándo o cómo pasó Isabel de ser una reina dura, obsesionada con el deber y la religión, a ser una madre blandengue que se deshace en lágrimas porque tiene que casar a su hija con el heredero del trono de Inglaterra.Me hubiera gustado más que nos platicara, aún de mala manera, el destino de las hijas "de España" en vez de concentrarse en lo malísimos que fueron (que lo fueron) Torquemada y Jiménez de Cisneros, y en las debilidades de una reina chocha, como pinta a Isabel la Católica.